miércoles, 13 de abril de 2011

"La Guerra del Fuego": al abordaje de la prehistoria

Segundo informe, documental.
Por Piero Saavedra
“[En junio del año pasado] en el auditorio de TVN, el profesor de guión Robert McKee habló de cómo contar historias, pero también de la historia. Un asistente le preguntó por los problemas que respecto del verismo plantea el cine histórico. Sin piedad, el estadounidense dijo que al que le interese la historia, que se vaya a leer. Que al cine tiene que importarle el espectador del presente y que ese espectador no entenderá un rábano si el cineasta encara el relato mostrando cómo la gente hablaba realmente en el s. XVIII, la música que realmente se escuchaba, etc.” [1]
Leyendo parte de esta columna del crítico de cine Pablo Marín, vemos cómo algunos han sugerido la presencia de una barrera entre el campo del quehacer de los historiadores y el de los cineastas. Agrega el periodista que si el oficio de los primeros supone elaborar abstracciones y secuenciarlas, rebatir y criticar, además de organizar narrativamente, su espacio es el de la palabra escrita. En contraste, a los cineastas habría que dejarles sus películas, que mitifican hechos y personajes, hasta dejarlos irreconocibles a los ojos de los saben. Para efectos de este análisis, la línea bien podría entenderse como divisoria entre antropólogos y cineastas.
Con su cinta “La Guerra del Fuego”, lo que hace el director Jean Jacques Annaud -asesorado por cientistas sociales- es precisamente aceptar el desafío de romper el muro y reivindicar al celuloide como medio para reconstruir empáticamente el pasado. El francés crea una obra de interés científico y convierte al espectador en “prisionero de la historia”. O para ser más exacto, de la prehistoria.
Basada en la novela homónima del escritor J. H. Rosny, “La Guerra del Fuego” se sitúa cronológicamente 80.000 años atrás, cuando la tribu de los Ulam sufre el ataque de otro grupo. Declarado el conflicto, abandona la cueva en la que habitaba, pierde el control del fuego y se ve obligada a conseguirlo en otro sitio. Entonces, el veterano de la tribu asigna a tres de sus integrantes (Noah, Amoukar y Gaw) la misión de encontrarlo y traerlo de vuelta. En su periplo, convergerán con los Ivaka, grupo que les proporcionará lo que buscaban, pero con valor agregado.
Aquí es preciso decir que la situación cultural de los Ulam distaba por lejos de ser de ausencia total, puesto que percibimos que ya habían logrado alcanzar un cierto nivel de acopio y de evolución. Por de pronto, la tribu usaba un determinado ropaje, había elaborado un adminículo para proteger el fuego, concebía cierta noción de jerarquía social. En definitiva, dicho clan generaba “fenómeno social”, vale decir, “una convivencia constituida en la operacionalidad de la aceptación mutua” [2]. Por eso, al contrario de lo que pudiera inferirse, el amor –como emoción que funda lo social- se manifiesta bastante antes de que veamos en escena la cándida relación entre Naoh e Ika.
Adicionalmente, en el filme queda en evidencia la coexistencia de tribus en diferentes estadios de evolución biológica y progreso cultural. Pero la dirección se interesa en lo segundo. La cinta pone énfasis en la reacción de los Ulam cuando notan la existencia de antropófagos o cuando observan por primera vez singulares viviendas. Entonces que nadie se confunda: estamos contemplando la heterogeneización de las culturas a partir de su transcurrir por los diferentes escalas de progreso [3].
Frente a la verificación de que, en un mismo rango temporal, hubo tribus con mayor progreso cultural que otras, el desarrollo “La Guerra…” registra el aprendizaje de los Ulam, a través del rol de Naoh y sus acompañantes. Estos últimos aprenden a reírse, a entenderse con los mamuts, a usar efectivas armas y al final, metafóricamente, ganan la batalla del fuego. ¿Cómo llegan al objetivo? Creándolo.
“La Guerra del Fuego” nos plantea la siguiente tesis: el proceso de hominización no consistió en un proceso de transformación únicamente biológico. Nos dice que las lógicas de cambio encuentran mejor su explicación en los logros y conquistas culturales. Y pese a todas sus simplificaciones, no deja ser un filme entrañable e inspiradísimo. Hay que verlo.
Referencias:
-[1]Marín, Pablo (2010) Al abordaje de la historia en http://latercera.com/contenido/1453_265742_9.shtml
-[2]Maturana, Humberto (1990) Emociones y Lenguaje en Educación y Política Santiago: Dolmen ediciones
-[3]BOIVIN, Mauricio et al. (2004) Constructores de Otredad. Una introducción a la antropología social y cultural. Buenos Aires: Editorial Antropofagia. Cap. 1.

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